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lunes, 1 de junio de 2020

La ingratitud de la temporalidad en una familia



Es “LEY DE VIDA” que los hijos crecerán y se marcharán del nido familiar. Todos en algún momento conoceremos esa realidad en nuestras vidas, lo cual hace que nuestra estancia en el nido de nuestros padres sea temporal, o es lo que se espera por aquello del refrán que reza: “el que se casa, casa quiere”.
        Sin embargo, y exceptuando los casos de quienes se inician pagando alquiler, no son pocos los casos en que muchas parejas inician su vida matrimonial cohabitando en el hogar de alguno de los cónyuges. Algunos lo hacen en el hogar familiar del marido, otros lo hacen en el hogar de la esposa.
        En concreto, en este artículo quiero referirme a una situación que he detectado muy recurrente, razón por la cual lo tipifico como ASUNTO DE FAMILIAS, y por tanto, de interés para este blog. Es el caso de la visión que se tiene respecto a la colaboración con la economía familiar, y esto aplica, tanto a casados como a solteros, como se verá más adelante.
        Hay parejas que luego de varios años de casados logran comprar su casa propia, pero en ese período de estancia en el hogar de alguno de los padres, se muestran indiferentes a sufragar gastos propios de un hogar. No solo me refiero a colaborar con gastos de alimentación, sino también a gastos de mantenimiento, incluso de la habitación que ocupan.
        Es muy cuestionable (por plantearlo en términos no tan agrios) que una pareja al retirarse a ocupar su nuevo hogar, deja atrás problemas de mantenimiento pendientes. Y cito: puertas dañadas, cerraduras dañadas, filtraciones, goteras, closets dañados, tuberías dañadas o mal reparadas, falta de pintura, reparaciones inconclusas especialmente eléctricas, y en general, la lista de deficiencias es aún mayor.

        Incluso, en hijos aún solteros, que logran conseguir oportunidades de adquisición de vivienda propia, pero, en todo el tiempo que ocuparon su habitación, jamás se preocuparon por los detalles mínimos de mantenimiento: su temporalidad en el hogar de sus padres, les hace creer “equivocadamente” que carecen de responsabilidad en el mantenimiento de la casa.
        Y, la situación es más compleja de lo que estas líneas describen. Porque hay hijos que no les gusta colaborar con cuentas de teléfono pero si usufructan ese servicio; igual ocurre con gastos de servicio de TV por cable o de internet. Esto se hace más grave cuando los amorosos padres no quieren irritar a esos hijos, y no les exigen la responsabilidad que les corresponde en la aportación económica para esos gastos.

        Además, cabe acotar que ayudar en el mantenimiento de la casa, pasa no sólo por el aporte económico sino también por el aporte físico, y me explico: si hay que hacer alguna reparación la idea no es mirar lo que los hermanos hacen sino sumarse al esfuerzo del trabajo físico correspondiente.
        Me asombra ver que al desocupar una habitación, sean los dueños de casa los que tengan que reparar daños dejados por el hijo (soltero o casado) que se marcha. Es que incluso, quiero añadir que es tal el nivel de irresponsabilidad e ingratitud, que no les pasa por la mente que es asunto de honor, así ya no viva con los padres, colaborar económicamente, lo cual ignoran. Esto es injustificable y reprochable desde cualquier punto de vista que se le aprecie.
        Aparte de ser una actitud poco ética, lo veo también como una inmensa marca de ingratitud, porque no correspondieron a la buena voluntad de quienes les acogieron con tanto amor. Dicen que “amor con amor se paga” pero en casos de ingratitud eso no se cumple.


        Tal como lo expone la imagen anterior: “Cuidado a quien ayudas, no todos son agradecidos” porque abundan casos de hijos ayudados por sus padres y hermanos, en sus estudios, en la ubicación de un buen empleo, y una vez instalados en su nido propio, se desentienden de quienes les tendieron la mano. Nunca tienen tiempo. Nunca les alcanza el dinero para retribuir a quienes se lo merecen.
       Que quede claro: la temporalidad en la ocupación de una vivienda no exime a sus inquilinos a asumir responsabilidad en gastos de mantenimiento de la vivienda familiar. Por cierto que esta situación acá expuesta (muy sucintamente) suele también ocurrir en ocupaciones de alquiler.


        Me atrevo a afirmar que resultaría muy conveniente que esta publicación fuera usada por maestros de los niveles primaria y secundaria, con el objetivo de "sembrar" el valor de la cooperación doméstica.





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