27. No me compares

Es probable que sea causa de un mínimo de cultura elemental, pero si hay un mal hábito que genera discordias y disgustos entre padres e hijos, o entre cónyuges, es el pésimo hábito de comparar con otros. Es posible que sea sin mala intención, pero igual causa mucha inconformidad, y por tal motivo es un tema muy propicio para ser abordado en un blog dedicado a asuntos de familias.
En el caso de las comparaciones que los padres hacen respecto a sus hijos, pese a originarse de la mejor intención de tratar de crearle cierto nivel de reflexión, no deja de ser motivo de enojo. Es el caso del padre o la madre, que comparan al hijo menor con el mayor, debido a que el mayor salió estudioso y trabajador, y al compararlos, el menor en lugar de sentir que sus padres aspiran a que llegue al mismo lugar alcanzado por su hermano mayor, o que incluso lo supere, lo que interpreta es que es víctima de subestimación.
Está claro el argumento defensivo del víctima de indeseables comparaciones, que cada quien vive la vida a su forma, y cada quien es feliz a su forma. Pero, hay veces que algunos hijos caen en episodios depresivos, que los impulsa a identificarse con conductas de descuido y dejadez, y eso inocentemente coloca en el verbo de reprensión del padre la comparación con sus otros hermanos, más con la motivación de que ese hijo no se rezague por limitaciones personales que se ha autoimpuesto.
Ningún padre al reprender a su hijo lleva mala intención en sus palabras, y si las empleadas fueron con términos comparativos con otras personas, es procurando crear un efecto espejo donde el hijo vea un modelo a imitar, pero lamentablemente en muchos casos provoca el efecto contrario, e incluso induce a la rebeldía con los padres y envidia contra su hermano. Lo ideal es "no reprender haciendo comparaciones".
Algo semejante y no menos desagradable acontece entre los cónyuges. Cuando la esposa replica a su pareja que pese a los años de matrimonio, están igual de estancados económicamente, y al hacer comparación con otra persona (hermano, cuñado, amigo, etc), que con menos tiempo de casados han alcanzado más comodidades que ellos, y el resultado es el celo del marido y la posterior actitud rebelde o hasta hostil.
También se observa este mal hábito en el caso cuando es el marido quien compara a su pareja con la vecina que tiene mejor arreglada su casa, o que cocina mejor, o que se conserva en mejor forma, creando una actitud de insulto en la mujer, al sentirse infravalorada y manifiesta sentirse ofendida.Y casi que sobreentendido que la más común de las comparaciones maritales, se sucede cuando el marido critica la "gordura" de su mujer que no se sabido mantener como otras mujeres, lo cual le genera obvios disgustos a la mujer que es víctima de esa desagradable comparación (y este caso es muy frecuente).
Tal como en el caso entre padres e hijos, es igualmente válido la recomendación de que ninguno de los cónyuges trate de corregir al otro, con el empleo de comparaciones, porque lamentablemente lo único que van a conseguir es empeorar el problema.
En lugar de decir "fíjate que bien le quedan las cosas a ...fulano...", podrías más bien ensayar con un "me gustaría tanto si a partir de hoy hicieras tal cosa de tal manera", y, con toda seguridad que el resultado será mucho mejor que si lo hubieras intentado haciendo comparaciones. Teniendo en cuenta aquello de "todos somos diferentes", se respeta el derecho ajeno a vivir y actuar como mejor le plazca, de hecho, nadie nació para vivir con el modelo de otro, y lo digo también a propósito de aquel desagradable comentario "si tú papa jamás hizo eso, por qué tienes que hacerlo tú", que si bien no lleva mala intención, esa categoría de reprensión irrespeta el derecho del hijo a vivir como lo desee y no como vivió su "ejemplar padre", quiero decir, por muy buen ejemplo paterno, no trates de encasillar a tus hijos con ese argumento.
Hay que partir del hecho general de que si a nadie le gusta que le comparen con nadie, pues resulta no sólo de mal gusto, sino de mala educación, que estés molestando a otros con indeseables comparaciones. Nuevamente otro refrán se hace un oportuno refuerzo argumentativo, y es el que expone la imagen central siguiente:De hecho, peor incultura es cuando la comparación es por intromisión en vidas ajenas. Tal es el caso de la que le dice a su amiga: "Por qué tu esposo no te trae flores como hacen todos los demás", siendo este un comentario altamente dañino, así no tenga esa intención, pero el resultado si lo será, porque provocará estados de discordia entre una pareja que quizás no se la llevan de lo mejor, pero que viven su relación conyugal a su muy particular forma de ser.
Por el bien de tus amigos, o de tus familiares, ¡erradica los comentarios de comparaciones entre los demás!, porque te podrían generar respuestas que no te agraden.